Alebrije de palabras

Columna “A la sombra de los deseos en flor”, revista Domingo de El Universal, 1 de diciembre de 2013. http://www.domingoeluniversal.mx/columnas/detalle/Alebrijes-2004

Alebrijes

Ana Clavel

alebrije-5

 

Alebrije es una palabra anfibia que sangra por los costados. Vuela, repta, brinca, da picotazos, tiene garras, escamas, colas. Es la cruza jocosa de los reinos y las especies. Bestiario fantástico encarnado en una sola criatura. Más que un sueño de la razón, es la imaginación de los sueños que toma a la vigilia desprevenida.

Antes de los tiempos, los alebrijes no existían. Esto se cuenta de su creación como si se tratara de un exvoto colorido, de ésos que abundan en la Basílica de Guadalupe: un día un joven artesano del barrio del mercado de Sonora enfermó de gravedad. En el delirio, soñó que unos seres extraños lo rodeaban en un bosque pero que, lejos de atacarlo, lo acompañaban en el camino de regreso a la conciencia. Entonces escuchó unas voces que gritaban: «¡Alebrijes, alebrijes!» Tan pronto se recuperó, el joven plasmó en figuras de cartón, como los judas, piñatas, máscaras que usualmente confeccionaba, estas criaturas prodigiosas surgidas de los abismos del inconsciente.

A pesar de la extravagancia y singularidad de las piezas, no deja de ser sorprendente la belleza híbrida de estos ángeles bizarros que en el caso de Pedro Linares, nombre del artesano creador de los alebrijes en los años 30, simbolizaron su recuperación física y más tarde su fama a nivel mundial. Una obra capaz de inaugurar un género en las artes manuales, practicado por miles de imitadores-creadores que han poblado el universo con nuevos y vivaces especímenes, surgidos de sus propios sueños o pesadillas. En tiempos más recientes, se ha instaurado incluso el desfile de alebrijes monumentales organizado por el Museo de Arte Popular en las avenidas Reforma y Álvaro Obregón de la ciudad de México, y es una delicia que esos juguetes gigantescos salgan a pasear por nuestras calles, como si de un carnaval onírico se tratara.

alebrijes

Hace poco la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla puso en circulación un volumen polimórfico: Alebrije de palabras. Escritores mexicanos en breve, compilado por José Manuel Ortiz-Soto y Fernando Sánchez Clelo, que reúne 107 minificciones. Textos breves, fantásticos, irónicos que lo mismo aletean por su imaginación volátil que se arrastran por las pasiones que transpiran, los microrrelatos aquí reunidos responden sobradamente a la idea de ser denominados «alebrijes textuales». Un festín abigarrado de humor, ponzoña, paradoja, ambrosía, néctares de la imaginación, que hacen pensar, en efecto, que la minificción es un género anfibio, alebrije verbal que mana magia y hechizos por los costados. Unos ejemplos brevísimos:

«Sobreviví al ataque de un piano silvestre. Meses después me empezaron a salir garras y un curioso ronroneo se apoderó de mi alma.» (Andrea González Cruz)

«Había una vez. Una, porque «dos veces» sería una historia repetitiva…» (Héctor Ugalde)

«Ilusionista: Clavado en la cruz, sonríe. Aún le queda su mejor truco.» (Hugo López Araiza)

«La mujer de sus sueños sólo lo quería como amigo imaginario.» (José Luis Zárate)

«Una mano masculina fue encontrada dentro de la blusa de una mujer que descendía del metro. La dama, de escote amplio, se rehúsa a entregar el miembro.» (Laura Elisa Vizcaíno)

También lascivas sirenas fabricadas a pedido del cliente en los textos de Úrsula Fuentesberain, robots que arrojan chispas como lágrimas al escuchar un viejo sonido mecánico en la historia de Alberto Chimal, la escuela de música para gorriones desafinados en la minificción de Roxanna Erdman, las seducciones de la piel y su tacto equívoco en el microcuento de Agustín Cadena…Y otros tantos alebrijes de palabras que habrían hecho sonreír al artesano aquel que un día despertó a la sombra de sus delirios en flor para entregarnos hermosas y barrocas monstruosidades.


Deja un comentario