Columna “A la sombra de los deseos en flor”, revista Domingo de El Universal, 3 de marzo de 2013. http://www.domingoeluniversal.mx/columnas/detalle/El+verdadero+rostro+de+El+origen+del+mundo-1302
Courbet apostó por el protagonismo estético del vientre de una mujer y de ahí el escándalo del tema, que no habría sido el mismo si hubiera pintado el cuerpo entero. Es que esa pintura siempre ha tenido rostro y nos mira descarnada y provocadoramente.
El verdadero rostro de «El origen del mundo»
Ana Clavel
Como si se tratase de la trama de una novela de suspenso, existe la historia de un cuadro que desde su creación ha sido objeto de ocultamientos, codicia, polémica y censura. Literalmente es una obra escandalosa pues en su origen la palabra «escándalo» es una piedra que amenaza con hacernos caer o trastabillar. Se trata del cuadro El origen del mundo del pintor francés Gustave Courbet, un lienzo de apenas 55 x 46 cm que representa un vientre femenino desnudo.
Desde 1866 en que fue pintado y vendido a Khalil-Bey, ministro de Asuntos Exteriores del Imperio Otomano, el cuadro no hizo más que sortear aventuras para llegar al gran público. A los pocos años una bancarrota obligó al ministro turco a subastarlo y a partir de entonces pasa por varios coleccionistas y sus huellas se desvanecen al grado que llega a dudarse de su existencia. Se sabe que en 1913 lo adquiere el pintor húngaro Ferenz Hatvany, cubierto por otra pintura de Courbet. Poco después, el cuadro vuelve a perderse y tras la segunda guerra llega a ser parte del botín, primero de los nazis y después de los soviéticos. Tras varias intrigas y rescates, reaparece en 1947. Poco más tarde lo adquiere en secreto el psicoanalista Jacques Lacan, quien lo oculta bajo un panel pintado por el surrealista André Masson con una versión libre del cuadro original. Será hasta la muerte de Lacan en 1981 que sus herederos vendan el cuadro al gobierno francés.
¿Qué tenía de prohibido este cuadro para vivir tales peripecias? Fueron 130 años los que El origen del mundo –nombre que se le atribuyó a comienzos del siglo XX– permaneció lejos de la vista del público pues sólo hasta 1995 la pieza maestra se exhibió en el Museo de Orsay, lugar que la resguarda hasta la fecha. Ahí dormía el sueño de los justos, admirada y visitada por legiones atraídas por la verdad frontal de su tema y por la leyenda que la rodeaba. Dos novelas habían narrado sus avatares: Le roman de l’Origine de Teyssèdre (1996) y El origen del mundo de Michon (2012).
Fiel a su espíritu iconoclasta, la obra ha vuelto a ser piedra de escándalo. En su edición del 7 de febrero pasado el semanario Paris Match dio a conocer a un coleccionista que decía poseer una pintura con el rostro de la mujer que supuestamente había posado para el cuadro «completo», y que habría sido recortada de la tela original. La obra fue comprada en una casa de antigüedades por 1,400 euros pero, de comprobarse la información, podría valuarse en 40 millones de euros. Según Jean-Jacques Fernier, autor del catálogo razonado de la obra del pintor, las pruebas de rayos X y espectrometría de infrarrojos aplicadas apuntaban a confirmar la historia. Incluso se mencionó el nombre de la modelo que habría posado para Courbet y para su amigo el pintor británico James Whistler: la irlandesa y amante de ambos, Joanna Hifferman. (Y claro, hasta se especuló sobre la ruptura de la amistad de los artistas por un motivo de celos.)
Tras un silencio moderado, el Museo de Orsay descalificó la noticia como «una hipótesis fantasiosa». Muchas opiniones han corrido desde entonces por especialistas y legos atraídos por los entretelones detrás del cuadro. Pero no se dice lo importante: que Courbet apostó por el protagonismo estético del vientre de una mujer y de ahí el escándalo del tema, que no habría sido el mismo si hubiera pintado el cuerpo entero. Es que esa pintura siempre ha tenido rostro y nos mira descarnada y provocadoramente. Por si alguien tiene alguna duda, basta con ver el cuadro: el verdadero rostro de El origen del mundo es ese pubis femenino cuyos labios entreabiertos sonríen… y ahora se burlan de nosotros.