Síndromes de la pasión

Columna: A la sombra de los deseos en flor, revista Domingo de El Universal, 11 de mayo de 2014. http://www.domingoeluniversal.mx/columnas/detalle/S%C3%ADndromes+de+la+pasi%C3%B3n-2448

 

Síndromes de la pasión

Ana Clavel

En días pasados circuló la noticia de un turista español que se desnudó frente al cuadro Nacimiento de Venus de Botticelli en las galerías Uffizi. El suceso fue calificado por el director del museo como un posible ataque del «Síndrome de Adán». Por supuesto, el funcionario bromeaba al suponer que ante una pintura donde resplandece la desnudez de la diosa de la belleza, un hombre suficientemente sensible podría sentirse obligado a rendir una suerte de homenaje presentándose en «traje» de Adán.

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Según la Real Academia, síndrome es el conjunto de síntomas característicos de una enfermedad. Hay síndromes muy afamados como el de Down, el del SIDA, o el de Estocolmo para las víctimas de secuestro, que toman su nombre del descubridor, o de las siglas que describen la enfermedad, o del lugar donde se registraron por primera vez los hechos. Pero hay también otros cuyos nombres hacen referencia a autores y obras literarias y que son en sí mismos un atisbo a nuestra capacidad para tejer redes de sentido, de arropar bajo un concepto cercano realidades de la pasión que muchas veces se nos salen de las manos.

El Síndrome de Stendhal, por ejemplo, toma su nombre del escritor francés Henri Beyle que firmó con el pseudónimo de Stendhal obras maestras como Rojo y negro y La cartuja de Parma. En 1815 viajó a Italia y en su diario de viaje, anotó: «Absorto en la contemplación de la belleza sublime, la veía de cerca, la tocaba casi. Había llegado a aquel punto de emoción en que se juntan las sensaciones celestiales provocadas por las Bellas Artes y los sentimientos apasionados. Saliendo de la Basílica de Santa Croce, me latía el corazón, la vida estaba agotada en mí, andaba con miedo a caerme». Pero no fue sino hasta 1979 que la psicóloga Graziella Magherini, frente a la recurrencia de casos que se desbordaban ante una experiencia estética —y que iban de palpitaciones, al vértigo, al delirio—, se le ocurrió definir con tal nombre a «la reacción romántica ante la acumulación de belleza y la exuberancia del goce artístico«.

El Síndrome de la Bella Durmiente es otro trastorno caracterizado por hipersomnia, bulimia, alteraciones de la conducta como irritabilidad e hipersexualidad. Curiosamente, se presenta más en varones que en mujeres. En la novela Orlando de Virginia Woolf, el protagonista, después de cada pérdida amorosa significativa, atraviesa por periodos de sueño que duran más de una semana, ignorante de que más allá del simbolismo implícito, lo suyo era también parte de una saga de durmientes patológicos.

Hay muchos otros síndromes de nombre literario que son especialmente sugerentes como el de Diógenes, Münchhausen, Peter Pan, Perrault, Ulises… pero hay uno que sin hacer referencia a un autor u obra artística en específico, es un trastorno que bien hubiera podido ser parte de una obra de ficción. Se trata del Síndrome de Koro en el cual el enfermo percibe que sus genitales se reducen de tamaño hasta llegar a la extinción. El término deriva del malasio «koro»: cabeza de tortuga, una imagen muy explícita pues recuerda el modo cómo se retrae una tortuga en su caparazón cuando tiene miedo. Los casos han predominado en el sudeste asiático, pero también se han presentado antes en África y en la Europa medieval, cuando se creía que los hombres perdían sus penes por maleficio de una bruja.

Porque es sabido que la realidad siempre supera a la fantasía, no dejo de preguntarme lo que hubieran hecho Franz Kafka o Karel Ĉapek si hubieran tenido noticias del Síndrome de Koro. Además de La metamorfosis y La guerra de las salamandras, ahora tal vez conoceríamos La desaparición o La guerra de los cabezas de tortugas.


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