Nombre propio o nombre de pluma. Completo es Ana Elena Gómez Clavel. Lo señalo para que se me desligue de esa Ana María Clavel que, por error, aparece en un diccionario muy difundido. También para que no se crea que me lo inventé del todo, especialmente por aquellos que opinan –como Cristina Peri Rossi– que es un pseudónimo literario. De las explicaciones más ingeniosas que he escuchado con ese dato de mi biografía ficticia, es la que Huberto Batis se tomó la molestia de fabricar –yo ni siquiera se la escuché decir, sino que amigos mutuos me la comunicaron, de modo que a la mejor todo ha sido otro invento. Según esto, Huberto decía que mi nombre verdadero era “Encarnación” pero como me parecía obsoleto y provinciano, se me había ocurrido asimilar su pronunciación al inglés: “Anne Carnation”, y de ahí su traducción: Ana Clavel. A mí la verdad no me hubiera molestado llamarme Encarnación: me parece un nombre con sustancia y nervio. En cambio Ana Clavel parece personaje de novela. Ahora que escribo novelas –o más bien que me habitan y me encarnan personajes y novelas– me pregunto si un día no voy a despertarme habiendo soñado que una vez fui una escritora que se inventaba desde el nombre. A saber. Siempre existe esa posibilidad con algo tan inofensivo como un nombre propio.