Cuando Lolita se chupaba el dedo

A propósito de la idealizada o estigmatizada enfant fatale,

la reciente columna sobre el papel del cine en la conformación del mito de Lolita, publicada en la revista Domingo de El Universal:

http://www.domingoeluniversal.mx/columnas/detalle/Cuando+Lolita+se+chupaba+el+dedo-2630

 

Cuando Lolita se chupaba el dedo

También os digo que a veces no es fácil decidirse, y sin la ayuda de terceros, lo que explica la reacción muy rápida después de tomarla. Al igual que otros medicamentos, en este contexto también se trata de la falta de libido y el rendimiento sexual bajo, se libera otro mensajero químico, los hombres ponen a Kamagra En Primer lugar.

Ana Clavel

 

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Si la infancia había sido plasmada en el siglo XIX con una brumosa capa de idealización como nos recuerda Alicia en el País de las Maravillas y mucha de la pintura inglesa de la época, en el siglo XX las cosas cambiaron radicalmente. La imagen de la niña y la adolescente se vio tan alterada que el mismo creador de Lolita, la novela que fundaría el mito de la nínfula en 1955, se preguntaría después cómo había podido suceder tal «degradación», una imagen estereotipada de la niña-mujer erotizada y casi siempre perversa: la enfant fatale.

Dice María Silvestre Marco en su estupendo ensayo La imagen de la preadolescente y su representación en el arte (Universidad Politécnica de Valencia 2007), que se necesitaría del cine con su capacidad de definir iconografías masivas para que la joven heroína rompiese sus lazos con el ideal romántico de pureza virginal y se convirtiese en «amada y diablillo» de su seductor. Esta ambigüedad comenzaría a insinuarse lo mismo en la filmografía de Walt Disney que presentaba a una tierna Blancanieves como una Eva romantizada al morder la simbólica manzana, que en El solterón y la menor (1947) de Irving Reis, comedia de enredos en la que un Cary Grant cuarentón debe tolerar los escarceos de una Shirley Temple adolescente que se enamora de él. Los papeles están tan demarcados moral y socialmente, que aunque la Temple de 16 años aparece tentadora en sus ansias de aparentar ser una mujer experimentada, Grant la mira como a una niña traviesa, a quien hay que tolerarle las bobadas. La cinta no se decide a presentarla del todo como una vampiresa en pequeño porque no da lugar al deseo que el hombre mayor podría sentir por ella.

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Una versión que sin duda influyó en la primera Lolita llevada al cine por Kubrick en 1962, fue la película Baby Doll de Elia Kazan, realizada en 1956. Basada en la obra teatral de Tennessee Williams, con guión del propio Williams, Baby Doll fue estelarizada por una joven de entonces 25 años: Carroll Baker que, al aparentar la inocencia de una joven menor, se convertiría en una de las estrellas eróticas de su momento. El personaje que lleva por sobrenombre «Baby Doll» es una joven de Mississippi, casada con un hombre que ha jurado respetarla hasta que sea mayor de edad. Para consolarse mientras eso sucede, el marido se entrega a los placeres del voyeur: contemplar, a través de un agujero en la pared, a Baby Doll mientras duerme en una cama- cuna, vestida apenas con un camisón corto —prenda de noche que llegaría a popularizarse con el título de la película y que escasamente cubre el sugerente cuerpo de la muchacha—. Muy pronto, de comportarse como una niña caprichosa que incluso se chupa el dedo, pasa a ser la vampiresa que despierta a su propio deseo sexual y sume en la desesperación y la ruina al marido.

El esquema de mitificación del eros adolescente pareciera ser: panorámica de la muchacha que por su encanto atrae la atención de los hombres, close-up a sus travesuras y chiquilladas, long- shot a sus juegos de perversidad mediante los que manipula a sus adoradores. Siempre hay un quiebre en ese discurso: de la inocencia a la malignidad, como si al descubrir el resplandor de un ser de naturaleza nínfica, un ser «ignorante de su fantástico poder», como la describe Nabokov, la mirada deseante la transformara en un sujeto calculador y depravado, muy acorde con la óptica tradicional para juzgar la sexualidad amenazante de las mujeres. Por fortuna cada vez hay más excepciones a ese esquema. Dos casos recientes: Las vírgenes suicidas(2000) y Tideland (2006), obras que bucean en el mar de recovecos e intensidades de la nínfula, en su mundo interior, y buscan revelarla en vez de sólo adorarla o condenarla.

Leer columna original: http://www.domingoeluniversal.mx/columnas/detalle/Cuando+Lolita+se+chupaba+el+dedo-2630

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