En su artículo «Kafka: la solución al enigma» del diario El País, Fernando Bermejo Rubio esboza una interesante hipótesis: la transformación de Gregorio está concebida desde la óptica deshumanizada que concibe al otro como un ser infrahumano.
Columna *A la sombra de los deseos en flor*, revista Domingo de El Universal, 31 agosto 2014.
http://www.domingoeluniversal.mx/columnas/detalle/Sue%C3%83%C2%B1os%20de%20un%20escarabajo-2777
Sueños de un escarabajo
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Ana Clavel
Escribía yo en la columna más reciente: «El efecto dinosaurio», sobre las numerosas variantes y estudios a que ha dado lugar el afamado cuento de Monterroso, cuando se me ocurrió finalizar con un microrrelato que cruzaba el comienzo de la Metamorfosis kafkiana con el texto del dinosaurio. La lógica de la invención surgió del hecho de que ambos textos parten de un sueño. En ambos alguien se despierta para enfrentar una realidad alucinante. A la hora de ponerle título, recordé la novela de Phillip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Así que decidí incluir a Dick en el homenaje a Kafka y a Monterroso. El texto quedó así:
Sueñan los escarabajos con reptiles eléctricos
«Cuando Gregorio Samsa despertó aquella mañana después de un sueño turbulento, el dinosaurio todavía estaba ahí».
Pero una idea me daba vueltas en la cabeza como un insecto obsesivo: ¿de dónde había yo sacado que Gregorio era un escarabajo? Aunque Kafka nunca precisa en qué tipo de bicho se transforma su personaje y sólo se refiere a él como un «monstruoso insecto», mucha gente suele adjudicarle la apariencia de una repulsiva cucaracha. Así puede vérsele en varias caricaturas en las que se representa a Gregorio con cabeza de Kafka y cuerpo de cucaracha, aunque cada vez proliferan más las imágenes con cuerpo de escarabajo. ¿Entonces? Por las maravillas de la red, di con la opinión de un experto lepidopterista, Vladimir Nabokov. Tras deliberar sobre la descripción de sus numerosas patas, su color carmelita, la curvatura de su espalda y vientre, las poderosas mandíbulas, Nabokov declara que se trata de un «escarabajo gigante». No de un «escarabajo rinoceronte» (Miskäfer, en alemán), como dice la vieja sirvienta de los Samsa para referirse a Gregorio, en un gesto amable y compasivo del que carece el resto de su familia.
Esa compasión de la mirada de la sirvienta frente a la repugnancia que suscita la transformación de Gregorio en sus padres y hermana, me ha hecho pensar en cómo los lectores solemos adjudicar una clase de insecto al protagonista de la historia, escarabajo o cucaracha, según nos coloquemos del lado de una mirada compasiva respecto al personaje, o nos situemos del lado del horror y la repulsión. El mismo Nabokov se mostró compasivo cuando añadió: «Gregorio el escarabajo nunca se da cuenta de que tiene alas bajo la dura cobertura de su espalda». Aunque el propio Kafka se resiste a nombrar a su criatura en términos de una taxonomía que no sea de la imaginación. Y por ello tal vez tendríamos que reconocer que el tipo de insecto en que se convierte el protagonista de la Metamorfosis, ni es cucaracha ni escarabajo, sino una nueva clase fantástica: el insecto Gregorius de la familia Samsa.
En su artículo «Kafka: la solución al enigma» del diario El País, Fernando Bermejo Rubio esboza una interesante hipótesis: la transformación de Gregorio está concebida desde la óptica deshumanizada que concibe al otro como un ser infrahumano. Y agrega: «Los nazis llamaban ‘bichos’ a los judíos. Durante el genocidio ruandés, los hutu llamaban a los tutsi, inyenzi (‘cucarachas’)».
La mejor literatura suele ser visionaria. Cómo no recordar la magistral novela de Ricardo Piglia, Respiración artificial (1980), donde se relata el encuentro apócrifo en un café de Praga entre el joven Kafka y un hombrecito ridículo y famélico, llamado Adolfo Hitler. Al escuchar sus «sueños gangosos, desmesurados», Kafka entrevé su «transformación en el Führer, el jefe, el amo absoluto de millones de hombres, sirvientes, esclavos, insectos sometidos a su dominio». Entonces, escribió la Metamorfosis… Como dijo José Emilio Pacheco, la veracidad es lo de menos, lo que importa es la sugerencia.